La política en Italia es sinónimo de drama, y a veces, de circo. Al final, el circo está en Roma. Pero, parece ser que, en esta ocasión, el actor principal de este circo, Silvio Berlusconi, es probable que no se salga con las suyas. Todo comenzó con este golpe de sorpresa de Berlusconi a Letta, al retirarle a cinco ministros de su gobierno, provocando una crisis de confianza (recordar que, en Italia, el régimen es parlamentario):
El viernes por la noche, el primer ministro italiano, el socialdemócrata Enrico Letta, puso entre la espada y la pared a Silvio Berlusconi, su rival conservador y socio de Gobierno a la vez, retándole a que le dijera en el Parlamento, delante de todos los italianos, si estaba dispuesto a renovar la confianza en el Ejecutivo o si, como viene haciendo desde hace dos meses, iba a seguir condicionando su apoyo a una salida a sus problemas con la justicia. Ni 24 horas después, el viejo tahúr de la política italiana sacó la faca, esta vez en serio, y obligó a dimitir a todos sus ministros provocando (5 de las 15 carteras del Gabinete), como ya hiciera al retirar la confianza al Gobierno de Mario Monti a finales de 2012, una crisis absoluta de gobernabilidad.
A diferencia de lo que, en su momento, hizo Mario Monti, el ahora primer ministro Letta, ha aceptado el reto de Berlusconi, y se ha puesto en las manos del Parlamento en un voto de confianza. Letta apuesta a que diputados del propio partido de Berlusconi votarán por mantener el gobierno, y no provocar otra crisis.
Sin dudas, Letta no es Monti. Pero, Berlusconi sigue siendo el mismo de siempre. Quizás, mañana los políticos italianos emitan la señal correcta. Veremos.
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